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.Él, por muy extrema que fuese su pobreza, no se había percatado todavía de cuánto necesitaba las riquezas que habíagastado desordenadamente; pero esta mañana, no encontrando nada con que poder honrar a la señora por amor de quien yahabía honrado a infinitos hombres, se lo hizo ver.Y sobremanera angustiado, maldiciendo su fortuna, como un hombre fuera de sí, ora yendo aquí y ora allí, ni dineros ninada para empeñar encontrando, siendo tarde la hora y el deseo grande de honrar con algo a la noble señora, y no queriendo,no ya a otro, sino ni a su mismo labrador, pedir nada, vio delante su buen halcón, que estaba en la salita en su percha; por loque, no teniendo otra cosa a qué recurrir, lo cogió y encontrándolo gordo pensó que sería digna comida de tal señora.Y sin pensarlo más, quitándole el collar, a una criadita lo hizo prestamente, pelado y condimentado, poner en un asador yasar cuidadosamente; y poniendo la mesa con manteles blanquísimos, de los que aún tenía algunos, con alegre gesto volvió a laseñora a su jardín, y el almuerzo que podía él, dijo que estaba preparado.Con lo que la señora, levantándose con sucompañera, fueron a la mesa, y sin saber qué se estaban comiendo, junto con Federigo, que con suma devoción las servía, secomieron al buen halcón.Y levantándose de la mesa, y un tanto con amables conversaciones quedándose con él un rato, pareciéndole a la señoramomento de decir aquello por lo que ido había, así benignamente comenzó a hablar a Federigo:-Federigo, acordándote tú de tu pasada vida y de mi honestidad, que tal vez hayas reputado dureza y crueldad, no dudoque debes maravillarte de mi atrevimiento al oír aquello por lo que principalmente aquí he venido; pero si tuvieses hijos o loshubieras tenido, por quienes pudieras conocer de qué gran fuerza es el amor que se les tiene, me parecería estar segura de queen parte me tendrías por excusada.Pero aunque no los tienes, yo que tengo uno, no puedo dejar de seguir las leyes comunes delas demás madres; las cuales forzoso me es seguir y contra mi voluntad, y fuera de toda conveniencia y deber, pedirte un regaloque sé que te es sumamente querido: y es justo porque ningún otro deleite, ningún otro entretenimiento, ningún consuelo te hadejado tu rigurosa fortuna; y esté regalo es tu halcón, del que mi niño se ha encaprichado tan fuertemente qué si no se lo llevotemo que se agrave tanto en la enfermedad que tiene que se siga de ello alguna cosa por la que lo pierda.Y por ello te ruego nopor el amor que me tienes, por el cual ninguna obligación tienes, sino por tu nobleza, que en usar cortesía se ha mostradomayor que la de ningún otro, que te plazca dármelo para que con este don pueda decir que he conservado con vida a mi hijo ypor ello te quede siempre obligada.Federigo, al oír aquello que la señora pedía, y sintiendo que no la podía servir porque se lo había dado a comer, comenzóen su presencia a llorar antes de poder responder palabra, cuyo llanto la señora creyó primero que de dolor por tener quesepararse de su buen halcón vendría más que de otra cosa, y a punto estuvo de decirle que no lo quería; pero conteniéndose,esperó después del llanto la respuesta de Federigo.El cual dijo as í:-Señora, desde que plugo a Dios que en vos pusiera mi amor, en muchas cosas he juzgado que la fortuna me era contrariay me he dolido de ella, pero todas han sido ligeras con respecto a lo que me hacen en este momento, con lo que jamás podréestar en paz con ella, pensando que vos hayáis venido aquí a mi pobre casa cuando, mientras que fue rica, no os dignasteis avenir, y me pidáis un pequeño don, y ella ha hecho de manera que no pueda dároslo; y por qué no puede ser os lo dirébrevemente
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