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.Y entonces se indignó mucho, y en vez deEste documento ha sido descargado dehttp://www.escolar.com nombrara Hass�n sucesor, de su padre el visir Nureddin, nombró a otro para ese cargo, haciendo privadosuyo a un joven chambel�n.No contento con esto, hizo m�s el sult�n contra Hass�n Badreddin.Mandó sellar y confiscar todos susbienes, todas sus casas y todas sus propiedades, y despu�s dispuso que prendiesen a Hass�n Badreddin y selo llevasen encadenado.Y en seguida el nuevo visir, en compa��a de varios chambelanes, se dirigió a la ca-sa del joven Hass�n, que no pod�a sospechar la desgracia que le amenazaba.Pero afortunadamente, hab�a entre los esclavos de su palacio un joven mameluca que quer�a mucho aHass�n Badreddin.En cuanto supo lo que pasaba, echó a correr, y llegó a casa del joven, Hass�n, el cualhalló muy triste, con la cabeza baja y el corazón dolorido, sin dejar de pensar en la muerte de su padre.Y elesclavo le enteró entonces de lo que ocurr�a.Y Hass�n le preguntó:  �Pero no tendr� tiempo para coger al-go con que subsistir durante mi huida al extranjero? Y el mameluco le dijo:  El tiempo urge.No piensesm�s que en salvar tu persona.Al o�rle, el joven Hass�n, vestido tal como estaba, y sin llevar nada consigo, salió apresuradamente, des-pues de echarse la orla de su t�nica por encima de la cabeza para que no lo conociesen.Y siguió caminandohasta que se vio fuera de la ciudad.Al saber los habitantes de Bassra que se hab�a intentada prender a Hass�n Badreddin, hijo del difunto vi-sir Nureddin, y la confiscación de sus bienes y su probable sentencia de muerte, se afligieron en extremo yexclamaron:  �Qu� l�stima de hermosura y de joven tan agradable! Y Hass�n, al recorrer las calles sin quele conociesen, o�a estos lamentos y exclamaciones.Pero a�n se apresuró m�s, y siguió andando, hasta quela suerte y el destino hicieron que precisamente pasase por el cementerio donde estaba el tourbeh de su pa-dre.Entonces entró en el cementerio y caminando par entre las tumbas llegó a la tourbeh de su padre.Y sequitó la ropa que le cubr�a la cabeza, entró bajo la c�pula de la tourbeh, y resolvió pasar all� la noche.Pero mientras permanec�a sentado y sumido en sus pensamientos, vio que se le acercaba un jud�o deBassra, mercader conocid�sima en la ciudad.Este mercader jud�o regresaba de un pueblo cercano, encami-n�ndose a Bassra.Y al pasar cerca de la tourbeh de Nureddin, miró hacia el interior, y vio al joven Hass�nBadreddin, a quien conoció en seguida, Entonces entró, se acercó a �l respetuosamente y le dijo:  �Oh mise�or! �qu� mal semblante tienes y qu� desmejorado est�s, siendo tan hermoso! �Te ha ocurrido algunanueva desgracia adem�s del fallecimiento de tu padre el visir Nureddin, a quien respet�, y que tanto mequer�a y estimaba? �T�ngale Alah en Su misericordia! Pero Hass�n Badreddin no quiso revelarle el ver-dadero motivo de su trastorna, y le contestó:  Esta tarde, mientras estaba durmiendo, se me presentó mi di-funto padre, y me ha reconvenido porque no visitaba su tourbeh.De pronto me despert� lleno de terror yremordimiento, y me vine aqu� en seguida.Y a�n estoy baja aquella impresión tan penosa.Entonces el jud�o le dijo:  �Oh mi se�or! Hace tiempo, que pensaba ir en tu busca para hablarte de unasunto, y ahora me favorece la casualidad, puesta que te encuentro.Sabe, pues, �oh mi joven se�or! que t�padre el visir, con quien estaba yo en relaciones mercantiles, hab�a fletado naves que ahora vuelven carga-das de mercanc�as.Estas naves vienen consignadas a �l.Si quisieras cederme su carga, te ofrecer�a mil di-nares por cada una, y te pagar�a al contado.Y el jud�o sacó de su bolsillo un monedero lleno de oro, contó mil dinares, y se los ofreció en seguida aHass�n, que no dejó de aceptar este ofrecimiento, ordenado por Alah para sacarlo del apuro en que se ha-llaba.Y el jud�o a�adió: Ahora, �oh mi se�or! ponme el recibo, provisto de tu sello. Y Hass�n Badreddincogió el papel que le alargaba el jud�o, as� como el c�lamo, mojó �ste en el tintero de cobre, y escribió en elpapel: Declaro que quien ha escrito este papel es Hass�n Badreddin, hijo del difunto visir Nureddin (�Alah lohaya acogido en su misericordia!), y que ha vendida al jud�o N., hijo de N., mercader de Bassra, el carga-mento de la primera nave que llegue a la ciudad de Bassra y forme parte de las pertenecientes a mi padreNureddin.Y vendo esto por mil dinares, y nada m�s. Luego puso su sello en la parte inferior de la hoja, yse la entregó al jud�o, que lo saludó respetuosamente y se fue.Entonces Hass�n rompió a llorar, pensandoen su padre, en su posición pasada y en su suerte presente; pero como ya se hab�a hecho de noche, le vencióel sue�o y se quedó dormido en la tourbeh.Y as� siguió hasta que salió la luna, y como en aquel momentose le hab�a escurrido la cabeza de encima de la piedra de la tourbeh, hubo de dar una vuelta completa,ech�ndose de espaldas, y la luna iluminó por completo su rostro, que resplandec�a con toda su belleza.Aquel cementerio era frecuentado por efrits de la buena especie, efrits musulmanes y creyentes.Y por ca-cualidad, aquella noche,, una encantadora efrita volaba por all�, tornando el fresco, y vio a la luz de la lunaal joven Hass�n que estaba durmiendo, y observó su belleza y sus hermosas proporciones, y qued�ndosemaravillada, dijo:  �Gloria a Alah! �Oh, qu� hermoso joven! �Cómo me enamoran sus hermosos ojos, queme figuro muy negros y de una blancura.! Pero despu�s pensó:  Mientras se despierta, voy a seguir mipaseo por los aires. Y echó a volar, subió muy arriba buscando el fresco, y se encontró en lo m�s alto conuno de sus compa�eros, un efrit tambi�n musulm�n.Le saludó muy gentilmente y �l le devolvió el saludocon mucha deferencia.Entonces ella le preguntó:  �De dónde vienes, compa�ero? Y �l le contestó;  DelCairo. Y la efrita volvió a preguntar:  �Les va bien a los buenos creyentes del Cairo? Y el efrit contestó:Este documento ha sido descargado dehttp://www.escolar.com  Gracias a Alah, les va bien. Entonces la efrita le dijo:  Compa�ero, �quieres venir conmigo para admirarla hermosura de un joven que est� durmiendo en el cementerio de Bassra? Y el efrit dijo:  Estoy a tus ór-denes. Entonces se cogieron de la mano, descendieron juntos al cementerio, y se pararon delante deHass�n, dormido.Y la efrita dijo al efrit, gui��ndole el ojo:  �Eh? �Ten�a yo razón? Y el efrit, asombradopor la maravillosa hermosura de Hass�n Badreddin, exclamó:  �Por Alah! �No he visto cosa parecida! Des-pu�s reflexionó un momento, y dijo:  Sin embargo, hermana m�a, he de decirte que he visto a otra personaque puede compararse con este joven tan hermoso [ Pobierz całość w formacie PDF ]

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