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.¿Quién espera este tipo de preguntas socráticas en boca de una personaque se mueve en círculos tan bajos como los de Joe Karelli?-Las dos -Digo al cabo de unos instantes, y me encuentro contemplando a una medusaque acaba de aparecer en la alfombra.Joe también la está mirando.-Y si me corto un dedo.-Se ha levantado y se ha puesto delante de mí-.Bueno,¿entonces acabaremos teniendo a dos Joes?-Pues.-Ahora lo entiendo.Y la cosa no me gusta ni pizca-.Un hombre pierde millonesde células de piel cada día -digo con voz pensativa.Y vuelvo a contemplar la medusa.-No tengo ni idea de eso.No soy médico.Pero un hombre también tiene que cortarse elpelo.El otro día me fijé en que mi barbero tenía que barrer el suelo porque estaba llenode esas pastillas de regaliz y empecé a pensar: ¿Y si cada uno de mis cabellos tieneplanes propios de convertirse en una copia al papel carbón de Joe Karelli?-No creo que sea posible.El cabello está muerto, no puede regenerarse.-Dígaselo al mío.Yo estuve muerto un rato en el hospital, y no me sentó nada mal,aunque tampoco es que tenga muchas ganas de repetir la experiencia.Y tampoco tengoganas de ser un monstruo de Marte ni de bloquear el tráfico por las calles.-También disuelves los pies de los ancianos.-Ese se lo había buscado.Nadie le había pedido que pisoteara a un Karelli junior.Vuelvo a mirar el periódico.-Según dice aquí, esas medusas se alimentan de cualquier cosa que encuentren, y si lecortan un trozo les vuelve a crecer.-Ajá.Estrella de mar, ése soy yo.-Tiene cara de muy, muy pocos amigos.Me esfuerzo por pensar.-Las células corporales también se escapan cuando uno va al., esto, bueno, al lavabode caballeros.Y, según informan aquí.-Así que ahora hay un montón de Joes atascando las alcantarillas de la ciudad.Mimadre siempre me dice que algún día acabaré hundiéndome hasta el sitio donderealmente debo estar.-Medita-.Ya he muerto una vez y he vuelto a la vida.Quizá, si lohago con una cierta frecuencia, acabe convirtiéndome en un héroe religioso.Bueno, doc,no nos vayamos por las ramas y no cambiemos de tema.¿Qué hago?No se me ocurre ninguna respuesta.Se lo digo así.-¿Cómo que no lo sabe? ¿Una porrada de Joe Karellis van a estar caminando dentrode poco por las calles, y usted no sabe qué hacer al respecto?Nuestra hermosa ciudad repleta de Joes, aplastada bajo un inmenso montón de ellos:me lo imagino y tiemblo.Antes nunca me había sorprendido a mí mismo temblando.Y,ahora que pienso en ello, Joe no es el tipo de persona adecuada para alcanzar taldifusión, nada de eso.Lily o Arabella, quizá.-Por el bien de la humanidad.-empiezo a decir con voz solemne, y sin tener ni la másmínima idea de cómo se va a terminar la frase.-Olvídese de la humanidad -dice Joe-.Oiga, ¿hasta qué punto se puede subdividir esapóliza de seguros mía? Como ciudadano, tengo ciertos derechos.-Y sigue diciendo esetipo de cosas durante bastante rato.Acabo lanzándome sobre él con la jeringuilla.Nos las arreglamos.Joe es envenenado en las alcantarillas e incinerado en las calles, yel Ejército se lo pasa bomba probando toda clase de aparatos desagradables con él.Mientras tanto, el original se encuentra en una bonita habitación estanca del HospitalMemorial, y allí estará todavía durante cierto tiempo, hasta que alguien dé con un sistemapara mantenerle en una sola pieza.En cuanto a mí, apenas mi nombre sale en los periódicos las cosas empiezan a irmebastante bien, y una cantidad de jóvenes damas con apendicitis muy superior a la deantes acude a mi consultorio.Y, con Karellis por todas partes, algo que quizá dure parasiempre, el nombre de Joe tiene que acabar figurando en los libros de historia, y tambiénen uno o dos textos de medicina.Joe ha sustituido a la cucaracha y puede estar orgullosode ello, aunque el conseguirlo le haya costado quedarse bastante solo.Esto es lo que pienso: Joe es un cobarde.Me refiero a eso de querer darle esquinazo alo de morirse.Vivir tanto tiempo no es democrático
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