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.A pesar de que los franceses se mostraban dispuestos,cada vez de nuevo, a morir por su patria y su emperador, encontraron en lafamosa reforma social de éste demasiado poca esperanza de la que se pudieravivir.La restauración del catolicismo por Napoleón indica que las masas nopudieron soportar la dolorosa represión de los impulsos naturales que lesimponía su programa político y social, sin el con suelo de lo trascendente.LaRusia moderna mueve a reflexiones parecidas.Si la negación definitiva del impulso mimético no promete dar cumplimiento a lasposibilidades del hombre, ese impulso estará siempre en acecho, dispuesto airrumpir como tuerza destructiva.Vale decir, si ya no hay otra norma más que elstatus quo, si toda esperanza [126] de dicha que pueda ofrecer la razónconsiste en la protección de lo existente tal cual es e incluso aumentando supresión, el impulso mimético no queda nunca realmente superado.Los hombresrecaen en él en forma regresiva y deformada.Al igual que los mojigatoscensores de la pornografía, que ven pornografía por doquier, se entregan, conodio y desprecio, a los impulsos prohibidos.Las masas dominadas seidentifican solícitas con las fuerzas represivas.Y, en efecto, únicamente alservicio de tales fuerzas pueden ceder a los imperiosos impulsos miméticos, asu necesidad de expresión.Su reacción frente a la presión es la imitación: unindomable deseo de perseguir.Este deseo a su vez es utilizado para manteneren pie el sistema que lo engendra.En este sentido el hombre moderno no difieregran cosa de su antepasado medieval, a no ser en lo que se refiere a la elecciónde sus víctimas.El lugar de las brujas, los hechiceros y los herejes es ocupadoahora por proscritos políticos, sectas religiosas excéntricas como losinvestigadores alemanes de la Biblia (Bibelforscher) y la gente que se viste demodo llamativo; y luego siguen existiendo también los judíos.Quien hayaconcurrido alguna vez a una asamblea nacionalsocialista en Alemania, sabeque los oradores y los oyentes encontraban su placer principal en activarimpulsos miméticos socialmente reprimidos, aunque no fuese más que pararidiculizar y atacar a  enemigos raciales acusados de ostentar de un mododesvergonzado sus propias costumbres miméticas.El punto culminante de talmitin se alcanzaba en el instante en que el orador representaba a un judío.Imitaba a aquellos cuya destrucción anhelaba.Tales representacionesprovocaban una hilaridad tumultuosa, puesto que un impulso natural prohibidopodía descargarse ahí sin miedo de ser amonestado.Nadie logró describir con mayor ingenio que Víctor Hugo, en su novela L Hommequi rit, la profunda afinidad antropológica entre la hilaridad, la rabia y laimitación.La escena en la Cámara de los Lores británica, en la cual la risatriunfa sobre la verdad, es una lección [127] magistral de psicología social.Elcapítulo  su sección correspondiente lleva el epígrafe  Las tormentas73 humanas son más funestas que las tempestades del mar.De acuerdo conHugo, la carcajada contiene siempre un elemento de crueldad, y la carcajada dela muchedumbre es la hilaridad de la locura.En nuestros días, los días de laKraft durch Freude ( Fuerza por medio de la Alegría ), hay escritores que dejanmuy atrás a aquellos lores de la Cámara alta.Max Eastman defiende lahilaridad como principio.Hablando de la noción de lo absoluto, declara:  Una denuestras virtudes capitales es que nos mueva a risa cuando escuchamos hablara la gente de cosas como esas ( lo absoluto ).La risa desempeña entre nosotros,efectivamente, el mismo papel que  lo absoluto desempeñó en Alemania. En elsiglo XVIII la risa de la filosofía ante las grandes palabras adquirió un tonovaliente y de sacudida, que implicaba una fuerza emancipadora.Tales palabrasera símbolos de efectiva tiranía; burlarse de ellas implicaba riesgo de suplicio ymuerte.En el siglo XX el objeto de la risa no es la muchedumbre conformista,sino más bien el excéntrico que todavía se atreve a pensar en forma autónoma.10El hecho de que esta aproximación intelectual al antiintelec tualismo expreseuna tendencia literaria actual, se evidencia en la circunstancia de que CharlesBeard cite con aprobación las opiniones de Eastman.11 Sin embargo, estatendencia está muy lejos de ser típica del espíritu popular, cosa que pareceríanindicar tales autores [ Pobierz caÅ‚ość w formacie PDF ]

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