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.Ella abrió los ojos.—Tiene que haber algún error.¿Qué pasa con el hombre que vivÃa al otro lado de la calle? Se suicidó.Tuvo que ser él.—Creemos que no, Sheila.—Mi padre no puede haber hecho eso.—En realidad —dijo Edgar con suavidad—, lo ha confesado.Ella se enderezó y Bosch vio auténtica sorpresa en su rostro.Y esto le sorprendió a él.Pensaba que ella siempre habrÃa albergado esa idea, la sospecha acerca de su padre.—Nos dijo que le pegó con un bate de béisbol porque se saltó la escuela —explicó Bosch—.Su padre dijo que estaba bebido y que perdió la cabeza y le pegó demasiado fuerte.Según él fue un accidente.Sheila le devolvió la mirada mientras trataba de procesar la información.Bosch continuó:—Entonces puso el cadáver de su hermano en el maletero del coche.Nos dijo que cuando ustedes dos fueron a buscado en coche esa noche, él estuvo siempre en el maletero.La hermana cerró los ojos otra vez.—Más tarde —continuó Edgar—, mientras usted estaba durmiendo, salió a hurtadillas y fue en coche a la colina y dejó el cuerpo.Sheila empezó a sacudir la cabeza como si tratara de eludir las palabras.—No, no, él…—¿Alguna vez vio que su padre pegaba a Arthur? —preguntó Bosch.Sheila lo miró, aparentemente saliendo de su aturdimiento.—No, nunca.—¿Está segura de eso?Ella negó con la cabeza.—Nada más que una colleja cuando era un mocoso.Nada más.Bosch miró a Edgar y luego otra vez a la mujer, quien estaba inclinada otra vez, mirando al suelo que tenÃa bajo sus pies.—Sheila, sé que estamos hablando de su padre, pero también estamos hablando de su hermano.Él no tuvo muchas oportunidades en la vida, ¿no?Bosch esperó y al cabo de unos segundos ella negó con la cabeza sin levantada.—Tenemos la confesión de su padre y tenemos pruebas.Los huesos de Arthur nos cuentan una historia, Sheila.Hay heridas.Muchas.De toda su vida.La mujer asintió.—Lo que necesitamos es otra voz.Alguien que pueda explicarnos cómo fue para Arthur crecer en esta casa.—Intentar crecer —agregó Edgar.Sheila se enderezó y usó las palmas para secarse las lágrimas que corrÃan por sus mejillas.—Lo único que puedo decirles es que nunca le vi pegar á mi hermano.Ni una sola vez.Ella se secó más lágrimas.Su cara estaba empezando a ponerse brillante y deformada.—Esto es increÃble —dijo ella—.Todo lo que hice… Lo único que querÃa era ver si era Arthur el que estaba allÃ.Y ahora… Nunca tendrÃa que haberles llamado.DeberÃa…No terminó.Se pellizcó el puente de la nariz en un esfuerzo por contener las lágrimas.—Sheila —dijo Edgar—, ¿si su padre no lo hizo por qué nos dijo que lo hizo?Ella sacudió la cabeza con rapidez y pareció agitarse más.—¿Por qué iba a pedirnos que le dijéramos que lo sentÃa?—No lo sé.Está enfermo.Bebe.Quizá quiere atención, no lo sé.Era actor, ¿sabÃan?Bosch tiró de la caja de fotos de la mesita de café y repasó las de una fila con el dedo.Vio una foto de Arthur cuando tendrÃa unos cinco años.La cogió y la estudió.No habÃa en la foto ninguna pista de que el niño estaba condenado, de que los huesos que habÃa bajo su piel ya estaban dañados.Colocó la foto otra vez en su lugar y miró a la mujer.Ambos se sostuvieron la mirada.—Sheila, ¿va a ayudamos?Ella apartó la mirada.—No puedo.38Bosch detuvo el coche enfrente de la alcantarilla y paró el motor.No querÃa atraer la atención de los residentes de Wonderland Avenue.A pesar de la exposición que suponÃa ir en un coche blanco y negro, esperaba que fuera lo bastante tarde para que todas las cortinas estuvieran echadas.Bosch estaba solo en el coche, porque su compañero ya se habÃa ido a casa.Se agachó y apretó el botón que levantaba el maletero.Se inclinó hacia la ventanilla y miró a la colina.La unidad de servicios especiales ya habÃa estado allà y habÃa retirado la red de rampas y escaleras que conducÃan a la escena del crimen.Eso era lo que querÃa Bosch.QuerÃa que la situación fuera lo más parecida posible a cuando Samuel Delacroix habÃa arrastrado el cadáver de su hijo colina arriba en plena noche.La linterna se encendió y sorprendió a Bosch momentáneamente: no se habÃa dado cuenta de que tenÃa el pulgar en el botón.La apagó y observó las tranquilas casas de la rotonda.Bosch estaba siguiendo su instinto al volver al lugar donde habÃa empezado todo.TenÃa a un hombre en el calabozo por un asesinato cometido hacÃa más de veinte años, pero no se sentÃa cómodo.Algo iba mal y él iba a empezar en la colina.Después de apagar la luz interior, Bosch abrió la puerta en silencio y salió con la linterna.En la parte de atrás del coche miró en torno una vez más y levantó el capó.En el maletero tenÃa el dummy que habÃa pedido a Jesper en el laboratorio de criminalÃstica.En ocasiones se utilizaban dummies en la reconstrucción de los crÃmenes, particularmente en los suicidios por salto que resultaban sospechosos y en los atropellos con fuga.La División de Investigaciones CientÃficas tenÃa un surtido variado en tamaño, de niño a adulto.El peso de los dummiespodÃa manipularse agregando o quitando sacos de arena de medio kilo de los bolsillos con cremalleras del torso y las extremidades
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