[ Pobierz całość w formacie PDF ]
.Tú verás cómo lo era.Cuando aquel día (el primero en que la conocí),regresé a la ciudad, mi mente iba preñada de extra-ñas y perturbadoras imágenes, y mi pensamiento desombras a cual más temerosas.Los árboles del bos-que con sus desnudas ramas, el fraile con sus conju-ros, los enfermos con sus cadavéricos semblantes,Berenice huyendo, Esmeralda sonriéndome, la viu-da que para curarme de mi pasión me había revela-do aquella misma mañana tantos horroresasesinándome con sus piadosas miradas.todo estose confundía y amalgamaba dentro de mi conturba-do cerebro.Desde aquel día sé lo que es estar loco.¡Si pudieses comprender cuán horrible era aquello!Creeríase que, como me lo había advertido el buenreverendo, al sentir los malignos espíritus que iban aser desalojados de mi cuerpo, empezaban a causaren él los temidos cuanto anunciados estragos, indi-cio cierto de esperanzas halagüeñas y de futura sa-lud para los dolientes.Algo diabólico parecía quemoraba dentro de mí, y se retorcía en inacabablesespirales, como algunas veces las fingen a nuestrosojos hábiles prestidigitadores.Mis ansias por volver102E L P R I ME R L OC Oa ver a Berenice, así como mis celos tomaron re-pentinamente inverosímiles proporciones, mientrasmi corazón y amor propio heridos, daban inequívo-cas muestras de rebelión, inspirándome una sed devenganza que sólo podía ser satisfecha de la maneracriminal que el odio unido en híbrido consorcio conel amor me aconsejaban secretamente.Todo cuantoen mi idolatría por ella había de desinteresado, desublime y de santo, estaba a punto de ser ahogadobajo el peso de las más crueles y aviesas pasiones.Lo primero que hice fue indagar, a costa de los ma-yores sacrificios, si Berenice vivía, porque la visiónde la iglesia y del bosque me hacían temer si habríadejado de existir, si no volvería a verla en este mun-do.Hoy ignoro todavía por qué se me representóde aquella manera que tanto me ha atormentado.¿Quiso decirme «no volverás a verme ya, me busca-rás sin que logres hallarme nunca en la tierra»? ¡Im-posible! Yo sé que he de estrecharla todavía contrami corazón; y ahora, hoy menos que nunca, puedodudarlo.Pero en tanto no llega tan supremo mo-mento, ya que su espíritu calla al presente, todopermanecerá velado.Las indagaciones que hice por aquel tiempo,permitiéronme saber al fin que Berenice, como103R O S A L Í A D E C A S T R Osiempre hermosa y aún sospecho que feliz, viajabaen compañía del yankee, quien, como se lleva unfardo, se la había llevado a dar una vuelta al mundo.Esto no pudo menos de encender más y más micólera contra ellos, porque iban ¡solos!, ¡solos!, arecorrer la tierra, y mis celos tomaron de nuevo unincremento espantoso, siéndome preciso, para de-sahogar la ira que me enardecía y engañar mis inso-portables deseos, lanzarme por todas las sendas delpecado, hacer criminales experimentos, beber encorrompidas fuentes el agua pastosa del hastío yjugar con cuanto había en mí de más puro y noble,como un niño mendigo con sus harapos.Precisa-mente, semejante vértigo me acometió con mayorfuerza en los mismos momentos en que acudí porespacio de nueve días consecutivos a oír los exor-cismos que el fraile pronunciaba cada vez con bár-baro y risible fervor.Ni esto era extraño tampoco,porque la rebeldía de mi espíritu, tratándose de lapasión que por completo le poseía, era tan grande, yde tal suerte las ocultas corrientes que me comba-tían parecían influir en mi destino, que se hacía po-co menos que imposible e ineficaz otro remedio,aun cuando lo hubiese para mí.104E L P R I ME R L OC O-¿Cómo estamos? -me preguntó algún tiempodespués el buen fraile-.¿Vamos mejorando? Porquesi el mal persistiese -añadió- (y se me antoja que sí)volveríamos contra ellos con todo el poder que elSeñor nos ha otorgado
[ Pobierz całość w formacie PDF ]