[ Pobierz całość w formacie PDF ]
.En ese caso, ¿por qué conocía yo ese emblema?¿Por qué tenía la sensación de que estaba al borde de una revelación que esclarecería losucedido durante las últimas semanas? Todavía más desconcertante fue el vago recuerdo queacompañó a la sensación: el olor a sudor y a cera, mucha luz y calor, la sensación de vértigo,el clamor en el que se convirtió el Théátre-Royal, aquel buen año en París.¡París! El recuerdo encajó en su sitio con un chasquido.Entonces lo vi: un hombre alto,demacrado a causa de ligeras privaciones, con los ojos tan claros que parecían dorados, comosi hubiese mirado demasiados altares.Habló sólo una vez al alcance de mi oído, pero recordé sus palabras, coléricamentepronunciadas la noche de nuestro Ballet des Gueux, mientras abandonaba la sala en medio delos aplausos ensordecedores.«La voz del mirlo puede silenciarse azarosamente  había dicho.Si bien esta presa escoto de caza del vasallo, en el caso de que su canto ofenda.»Pese a su falta de moral, mi Mirlo es un hombre de peculiar orgullo, un extraño maridajede arrogancia y bellaquería.Para él muchas cosas son juego y cacería y en su vida muy pocascosas importan.Pero sabe muy bien lo que es la venganza.Al fin y al cabo, yo también co-nozco ese camino y si ahora elijo renunciar a él sólo lo hago porque Fleur ocupa una parte demi corazón mucho más grande que la que puedo permitirme desperdiciar con semejantessandeces.LeMerle no tiene una Fleur y, por lo que sé, tampoco corazón.El orgullo es lo úni-co que le queda.Con las ideas por fin claras, regresé al dormitorio en silencio.Sabía por qué LeMerle sehabía presentado en la abadía.Sabía por qué representaba el papel del padre Saint Amand,por qué había dado la orden de contaminar el pozo, por qué había fomentado los éxtasis enla capilla y por qué se había tomado tantas molestias para impedirme escapar.Pero saber nobasta.Ahora debo averiguar qué pretende hacer.¿Cuál será mi papel en esta obra de paro-dias y travestismos? ¿Acabará en tragedia o en farsa?137 JOANNE HARRIS La Abadía de los AcróbatasCAPÍTULO 55 de agosto de 1610Bien hecho, mi Ailée.Sabía que al final sumarías dos más dos.Por lo tanto, ¿te acuerdasdel obispo? Monseñor tuvo el mal gusto de desaprobar mi Ballet Travestí y de ordenar misalida de París, mi ignominiosa salida.Mi Ballet de Gueux le molestó por las damas cubiertas de lentejuelas; mi Ballet Travestí loofendió más si cabe, con el mono disfrazado de obispo y los galanes de la corte con enaguas ycorsés.Si quieres que te sea sincero, pretendía que así fuese.¿Qué derecho tenía a censurar-me? No hice daño a nadie.Unos pocos se retiraron ultrajados, en su mayor parte mojigatos ehipócritas.¡Y los aplausos! Parecía que la ovación no terminaría jamás.Saludamos durantecinco minutos, mientras nuestras sonrisas se derretían bajo las lámparas y el maquillaje roda-ba por nuestras mejillas.Las tablas brillaban a causa de las monedas que habían lanzado.Ytú, mi Ailée, demasiado joven para haberte ganado las alas pero hermosa con el escandalosopantalón de montar, sombrero en mano y los ojos como estrellas.Fue nuestro gran triunfo.¿Lo recuerdas?De pronto, más bruscamente de lo que podíamos esperar, llegó el final.La carta públicadel obispo de Évreux a Béthune.Las miradas furtivas y las excusas que mascullaron aquellosa los que consideraba amigos.Los mensajes amables  «Madame ha salido de la ciudad.»«Esta noche monsieur no está en casa.»  mientras los visitantes predilectos entraban y salíancon desdén apenas disimulado.Esperaban que me marchase en silencio, discretamente, y que aceptara mi desgracia.Perono es tan fácil acallar el canto del Mirlo.Cuando quemaron mi efigie en la escalinata del Ar-senal, compré un vestuario nuevo.Desfilé por la ciudad con vulgar exhibicionismo.Lucí mismujeres como si de bisutería se tratase: dos en cada brazo.El salón de madame de Scudéryme estaba vedado, pero muchos no fueron tan quisquillosos.El obispo me vigiló furibundo:¿qué otra cosa podía hacer?No tardé en averiguarlo.Ni más ni menos que una paliza a manos de sus lacayos cuandovolvía borracho de una noche de juerga.Sin Béthune como benefactor, yo estaba indefenso ydesprotegido incluso legalmente, ya que a nadie se le ocurriría ponerse de mi parte y enfren-tarse a monseñor el obispo.Iba desarmado, ni siquiera llevaba una espada de atrezo.Elloseran seis.Claro que estaba menos ebrio o más desesperado de lo que suponían.Me vi obliga-do a huir, me oculté en callejones plagados de ratas, me agazapé en alcantarillas descubiertasy escurrí el bulto entre las sombras, con el corazón acelerado, la cabeza palpitante y la bocareseca.Podría haber sido una farsa italiana: Guy LeMerle escapa de los lacayos del obispo, suszapatos con hebillas de plata se hunden en el fango callejero y su levita de seda se mancha debarro.Supongo que es mejor que LeMerle tendido en el arroyo y con las costillas rotas.Detodos modos, fue suficiente: perdí la partida.Y monseñor tendría otra ocasión.Y una tercera.Finalmente me habían cortado el crédito, y ambos lo sabíamos.En los caminos, con las putas y los enanos como única compañía, la memoria es larga.Y elcamino también lo es, se cruza y vuelve a cruzarse con incestuosa intimidad.Seguro que138 JOANNE HARRIS La Abadía de los Acróbatasrecuerdas que nos vimos antes, en una aldea cercana a Montauban, y posteriormente en unclaustro de las afueras de Agen.Todos los caminos conducen a París y en varias ocasionestambién nos encontramos allí.Una de esas veces te liberé de una cruz de plata  supongoque te gustaría saber que todavía la llevo , pero nuevamente tuviste los ases y la venganzafue presta.¡Qué vergüenza, mon pérel Perdí a un intérprete y uno de los carromatos.Las plu-mas del Mirlo apenas se chamuscaron.A partir de entonces, las apuestas fueron en aumento.Monseñor obispo, cada hombre tiene su debilidad.Me llevó cierto tiempo averiguar latuya.Mi estrella oscura me condujo por fin a la cuna de tu ambición.Antes de que se meolvide, felicitaciones.Tu familia es muy devota.Dos hermanos que ostentan altos cargos enel clero y una hermana priora en una abadía del sur.Incontables primos en monasterios ycatedrales de toda Francia.Habría que ser ciego para pasar por alto la vena de nepotismo querecorre la casa de Arnault.Claro que una estirpe tan rica en vírgenes no tardará en quedarcondenada a la esterilidad.Mon pére, supongo que tu único pesar es no haber engendradojamás un hijo que te perpetúe [ Pobierz caÅ‚ość w formacie PDF ]

  • zanotowane.pl
  • doc.pisz.pl
  • pdf.pisz.pl
  • elanor-witch.opx.pl
  •